Claves para la convivencia entre gatos y bebés

La gran mayoría de las mascotas se lleva bien con los bebés y esta máxima es también aplicable a los felinos. Debemos superar el mito del gato como animal de compañía arisco y poco cariñoso que hará la convivencia difícil. Eso sí: para garantizar una convivencia positiva entre el gato y el bebé existen unas rutinas y pautas tanto para nuestra mascota como para nuestro bebé.

Esas pautas deben desarrollarse incluso antes de la llegada del recién nacido a casa. Debemos tener en cuenta que ya durante el embarazo nuestro gato habrá percibido cambios tanto en nuestro hogar como en nuestro comportamiento. Evidentemente nuestra mascota no permanece ajena a los cambios hormonales y físicos sufridos por la mujer durante la gestación. La mayoría de las mujeres reconoce que su gato en este periodo está más cariñoso y “pesado”. La clave es no rechazar bruscamente su compañía y por supuesto informarnos muy bien del riesgo real que supone el felino como transmisor de la toxoplasmosis (más del 10% de abandonos de felinos en España se producen durante el embarazo).

Por otro lado, la preparación de la habitación para el bebé y la adaptación de la vivienda a las nuevas necesidades también alteran el entorno de nuestro gato. Nuestro hogar es también el de nuestra mascota y, en muchas ocasiones, es todo su territorio. Por ello debemos de realizar estos cambios de forma progresiva, dejando que reconozca y huela los nuevos elementos (muebles, juguetes…). Durante un periodo de tiempo indeterminado, que variará según crean conveniente los progenitores, el gato tendrá prohibida la entrada a la habitación del pequeño; pero esto también deberá cambiar con el tiempo garantizando ese cariño mutuo entre niño y mascota. A menudo para el bebé se escoge una habitación a la que el gato antes tenía acceso libre. Si queremos prevenir una reacción adversa y el marcaje podemos emplear productos como Feliway. Además, también es conveniente ir familiarizando al gato con nuevos olores como jabones, cremas corporales, etc. Del mismo modo que preparamos su sentido olfativo, también puede ser positivo preparar el oído del felino a los futuros ruidos mediante grabaciones de llanto de bebés, gritos, música para bebés, etc.

Es fundamental tener en cuenta que los gatos son animales de costumbres, de horarios… por ello no debemos descuidar aquellas tareas que realizábamos a determinadas horas como por ejemplo: limpiar sus areneros, cepillarlos, rellenar sus comederos y bebederos. Si teníamos una rutina determinada, el gato esperará que la sigamos cumpliendo y si la interrumpimos de golpe puede estresarse. Si de antemano contamos con que nuestra dedicación va a reducirse, porque el bebé absorberá la mayor parte de nuestro tiempo, debemos planificar claramente qué momentos del día podremos dedicar a nuestra mascota y coordinarnos para ir adaptando al gato a las nuevas rutinas. Si además vamos a cambiar la disposición de su área de descanso habitual, o de su espacio de comida debemos de hacerlo antes de la llegada del bebé y debemos realizar estos cambios lentamente. Así, reduciremos el impacto que supone para el felino la llegada del recién nacido a su mundo.

Con la llegada del recién nacido la vida de los padres cambia de un modo insospechado y también la de nuestro fiel compañero. Una vez haya nacido el bebé, otro elemento clave antes de que éste entre por la puerta de casa, es acercar al gato alguna prenda u otro elemento que haya llevado el recién nacido durante la estancia en el hospital (ropa e incluso pañales). De este modo el felino se irá familiarizando con su nuevo olor. Cuando nuestro bebé finalmente llegue a casa permitiremos a nuestro gato que lo huela durante unos instantes. Progresivamente, iremos permitiendo que se acerque y huela al bebé durante periodos de tiempo más largos y siempre en nuestra presencia. Sirviéndonos de caricias, juegos y premios comestibles podemos conseguir que el gato desarrolle una asociación positiva al acto de ver y oler al bebé.

Otro elemento que alterará la vida de nuestras mascotas con la llegada del recién nacido es el de las visitas. Durante las primeras semanas y meses el desfile de amigos y familiares alterará la paz de nuestro gato, que además ha dejado de ser el centro de atención. Deberemos respetar su espacio de descanso y de alimento, alejándolo de zonas más transitadas si vemos que se estresa.

Otro elemento clave es conocer a nuestro gato y respetar sus tiempos: si su reacción inicial ante el bebé es la huida, no debemos obligarle ya que podríamos estresarle y si se siente acosado podría reaccionar con agresividad.

Por su parte también debemos introducir pautas de comportamiento en nuestro bebé desde el comienzo para inculcarle el respeto y cariño hacia nuestra mascota y hacia los animales en general. Los beneficios de crecer con una animal de compañía están avalados por múltiples estudios, como el desarrollado por The Journal of the American Medical Association. Este estudio demuestra que los bebés que durante su primer año de vida han estado en contacto directo con animales domésticos, desarrollarán defensas contra varias bacterias y además presentarán un menor riesgo de desarrollar determinadas alergias o asma. Pero además esta convivencia es muy positiva para el desarrollo psicoevolutivo del niño. Esta breve aclaración es necesaria para desterrar la idea de que es preciso aislar al bebé del gato.

Entre los primeros avances psicomotores del bebé están las acciones de alcanzar y agarrar. Al bebé le llamará la atención nuestra mascota y en cuanto tenga autonomía suficiente, la cogerá y la perseguirá. Los bebés aún no tienen control sobre su fuerza y pueden hacer daño al gato si le tiran del pelo o si intentan arrastrarlo. Debemos corregir esa acción abriendo la mano del bebé y mostrándole cómo se debe acariciar al gato, haciéndole ver que el gato no es un juguete. Cada vez que el bebé se lance a por el felino repetiremos la acción y con tono de voz agradable le haremos ver lo suave que es el pelo del gato y que hay que acariciarlo cuidadosamente. Los bebés aprenden por imitación y repetición, por ello es importante que vea en nosotros el primer comportamiento positivo para que lo copien. A medida que el bebé vaya creciendo se pueden establecer unas frases repetitivas para que interiorice ese comportamiento adecuado. Con el tiempo incluso podemos delegar en el niño ciertas responsabilidades del cuidado del gato: cepillarlo, ofrecerle golosinas… Esto además fortalecerá su autoestima y su sentido de la responsabilidad.

Los hábitos deben ser adquiridos desde bien pequeños. La clave es generar un ambiente positivo para todos y con ello lograremos educar a nuestro hijo en el respeto hacia los animales. Esperamos que estos consejos sean de utilidad y ante cualquier duda debemos acudir a nuestro pediatra o bien al veterinario.

 

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